Sé como quieras

La ansiedad social, redes sociales y adolescentes.

Creo que una de las cosas maravillosas de este mundo se encuentra en su diversidad. Somos diferentes, pero a veces encajar esas diferencias en el mundo actual dominado por las redes sociales y la tecnología es difícil para algunos.

Muchas veces veo en mi consulta jóvenes (y no tan jóvenes) que sufren de ansiedad relacionado con el tema social. La necesidad de ser aceptado, de encajar en determinados grupos, el miedo a quedar en ridículo y a ser evaluado negativamente son alguno de los factores que inciden en el desarrollo y mantenimiento de la ansiedad social o interpersonal.

Sin duda las redes sociales influyen en esto; ahora es fácil hurgar en  la vida de las personas, ver cómo viven, que usan, como se maquillan o que dicen y esto impone una tendencia sobre como deberíamos ser y cuan maravilloso es ser aceptado y seguido por miles.

Y no es que antes de la aparición del Internet y las redes sociales no existiera la ansiedad social, sólo que ahora los jóvenes se pueden sentir más expuestos ante los demás, tienen una percepción determinada sobre el éxito que implica ser seguido por muchos y tienen al alcance de la mano información sobre el estilo de vida supuestamente “maravilloso” de los populares. (Leer «La Ansiedad en situaciones cotidianas«)

A esto se enfrentan nuestros adolescentes y nos enfrentamos nosotros los padres, que ahora tenemos el tremendo reto de hacer que nuestros hijos puedan sentirse especiales, importantes y amados más allá de las redes sociales, la popularidad y estilos de vidas determinados.

Uno de los obstáculos a superar es justamente la idea repetida y asumida,  de que lo que los demás piensen de ti es determinante para tu felicidad.

Los jóvenes que sufren ansiedad social tienen la percepción que lo que dicen y hacen es evaluado constantemente por los demás por lo que están bajo una tensión constante: “debo decir cosas inteligentes” “si hago esto quedaré como un tonto” “no me aceptarán si hago esto”. Al final vivir así supone una gran carga emocional que lleva a muchos por el camino de la evitación: evito exponerme, evito relacionarme para no quedar mal, evito hablar para no decir cosas estúpidas, etc.

Entender que lo que piensen los demás de nosotros sólo nos afecta en la medida que nosotros mismos le demos importancia es el inicio de un camino liberador.

Le sigue entender que no es necesario agradarle a todos; algunos nos querrán y otros no, y eso está bien. Ser nosotros mismo, como queramos, mostrar nuestros intereses, preferencias  y diferencias sin temor, es la verdadera libertad y las personas que nos acepten de esa manera son las que verdaderamente merecerán nuestro afecto.