Mami préstame tu teléfono

Los equipos electrónicos y el desarrollo emocional de nuestros niños

Recientemente asistimos a una reunión en casa de unos vecinos y al entrar me llamó la atención que los únicos 3 niños que había, eran hermanos y estaban conectados cada uno a un teléfono inteligente. Después de 2 horas mi hija me dijo: mami, en serio no tengo con quien hablar, préstame tu teléfono.

Con frecuencia reflexiono sobre si los niños deben tener acceso a aparatos electrónicos y, al final, siempre mantengo que es importante incorporar la tecnología a nuestra cotidianidad, siempre y cuando no atente contra el desarrollo de nuestras habilidades sociales, la sana expresión emocional y la comunicación.

He vivido en carne propia el efecto mágico que tienen las pantallas (teléfonos o tabletas) silenciando a los niños y permitiendo que los adultos puedan hablar, trabajar en casa e incluso mirar sus propias redes sociales. Pero también he visto de qué manera la satisfacción que generan los equipos electrónicos, se convierte en ira y frustración intensas cuando llega el momento de parar.

Cada vez con más frecuencia encuentro información sobre el impacto negativo que tiene el uso prolongado de las pantallas en el desarrollo psicológico de los niños, bien sea a través de artículos largos y bien documentados, textos cortos, conferencias, foros, chats, etc. Y sin embargo, cada vez veo más niños, de cualquier edad y en cualquier circunstancia, completamente aislados de su entorno porque tienen un equipo electrónico en sus manos. Y siempre me pregunto, ¿es que realmente los adultos no han escuchado nada de esto?, o ¿no hay suficiente información? Luego pienso, ¿será que realmente los adultos no saben qué hacer con sus hijos?, ¿tendrán miedo de hablarles?

A veces creo que son todas las anteriores y más. La comodidad de no tener que mirar a nuestros hijos y responder sus preguntas incómodas, disfrutar de mayor tiempo para nosotros o para los quehaceres del hogar, hablar sin interrupciones con nuestra pareja o algún amigo, o incluso no tener que lidiar con el mal humor que genera en nuestros hijos el aburrimiento, posiblemente ayuda que, aún sabiendo que no es la mejor alternativa, permitamos que nuestros niños pasen horas hipnotizados frente a las pantallas.

Más allá de los peligros en relación al contenido violento o inapropiado para la edad, una de las consecuencias más nefastas de la dependencia a los equipos electrónicos es el aislamiento, la poca o ninguna tolerancia a la frustración que genera en los niños y la dificultad para entrenarse en habilidad sociales, que será lo que le permitirá en el futuro relacionarse adecuadamente con su entorno.

Por otra parte, la gratificación inmediata que se obtiene a través de los equipos electrónicos, sin tener que esforzarse en lo más mínimo, es inclusive el primer entrenamiento que tiene el cerebro para desarrollar más adelante conductas de dependencia, al trabajo, a la pareja y, por supuesto a las drogas y el alcohol. Cuando los niños ven un vídeo una y otra vez, se ríen y los disfrutan, también están aprendiendo que no es necesario esperar para obtener gratificación, como teníamos que hacerlo nosotros cuando veíamos un programa y debíamos esperar la siguiente semana para saber qué pasaría. Tampoco se entrenan para razonar y encontrar una solución, cómo se necesita para construir una torre con tacos o un rompecabezas y mucho menos practican la perseverancia que se requiere para intentar muchas veces algo y lograr un objetivo, cómo ocurre cuando pintamos y no nos queda bien a la primera.  Tampoco permite que los niños se enfrenten al aburrimiento, el momento perfecto para desarrollar la creatividad y aprender a manejar su frustración.

No creo que la solución sea no dar acceso a nuestros hijos a los equipos electrónicos. Por el contrario, creo que la tecnología y las plataformas de vídeo nos han permitido tener mayor acceso a la información y eso es algo que ellos pueden también aprovechar, siempre y cuando no sean utilizadas para desconectarnos de nuestro entorno.

Antes de darles el teléfono o la tableta valdría la pena tomarse unos segundos para verificar si hay otras alternativas y no estamos nosotros como padres aprovechando el beneficio mágico de silenciar a nuestros para no tener que lidiar con su frustración y, por supuesto, con la nuestra.