Mami, vamos a jugar a los piratas

Cuando el deber llama

Como casi todas las mañanas entre los dos y los seis  años de edad, un día mi hija se levantó temprano,  con ganas de jugar conmigo.  Su propuesta fue: “mami, vamos a jugar a los piratas».  Tuve que decirle, comienza tú, mientras yo termino de fregar los platos y recoger la cocina.  Ella no se mostró molesta, me dijo ok y fue directo a buscar a su papá a ver si con él tenía más éxito.  Y lo tuvo, al poco rato los escuché en el cuarto jugar a los piratas. Me invadía una suerte de envidia, mezclada con la tranquilidad de saber que por unos minutos podría terminar las tareas del hogar, sin tener que lidiar con su frustración de no poder jugar conmigo.  Sin embargo, estaba completamente equivocada: Yo no  iba a tener que lidiar con su frustración,  sino con la mía.  A tan sólo minuto y medio de comenzar a jugar, ella ya lo había resuelto maravillosamente: Ok papi, yo soy la princesa Pirata, tu eres el Rey Pirata y mami es “La Pirata FriegaPlatos”.

A veces nos agobian tanto las múltiples tareas que tenemos que cumplir, que resulta difícil incorporar una más, aunque ésa sea una que podamos disfrutar plenamente.  La ansiedad de tener todo en orden, llevar la casa, alimentar bien a nuestros hijos y llevar a cabo con éxito los innumerables roles que asumimos con la maternidad, en muchas ocasiones, pueden hacernos perder de vista que nuestros hijos nos necesitan para disfrutar de la vida con nosotros de la mejor forma que ellos saben hacerlo: Jugando.

El juego forma parte del desarrollo emocional de los niños.  Jugar les permite no sólo estimular la creatividad y la fantasía, sino incluso resolver sus propias ansiedades y conflictos emocionales.  A través del juego los niños son capaces de recrear sus miedos,  preocupaciones, alegrías. Perder la oportunidad de jugar con ellos puede mantenernos alejados de su mundo.  A través del juego, en cualquiera de sus formas, podemos hablar su propio lenguaje, conocerlos, entender sus mayores preocupaciones; pero también les enseñamos que pueden contar con nosotros para lo que más les gusta hacer, que pueden divertirse con nosotros, que podemos ser parte de su mundo también.  Jugar es la mejor manera de acercarnos a nuestros hijos y disfrutarlos plenamente.

Por eso cuando nos pidan jugar y estemos en plena labor de la casa, de trabajo o simplemente revisando nuestra cuenta de FaceBook, tomémonos  tres segundos para pensar si lo que estamos haciendo puede esperar un rato, porque a lo mejor en ese momento podemos descubrir cosas maravillosas en su fantasía.

Como anécdota puedo contarles que después de respirar profundo, terminar de limpiar y reírme de mí misma, me puse los guantes, agarré el cepillo de los biberones y entré al cuarto en tres brincos gritando: Ja, ja, jaLa Pirata Friega Platos ha “llegao” a lavar las cabezas de todos estos piratas.  Y todos terminamos riendo.

Artículo original en www.saludycrianza.com