Recientemente escribí un artículo sobre el valor que tiene la actividad de voluntariado en la promoción de la felicidad (Ayudar a otros) y cómo podría ayudarnos a sobrellevar situaciones de vida complejas. La inmigración es una de ellas.
El trabajo voluntario ha sido una actividad recomendada para los inmigrantes, no sólo porque permite obtener una primera experiencia de trabajo, sino porque es una práctica que ayuda en el proceso de integración, en la medida que permite conocer la cultura e idiosincrasia de un país. Además, el trabajo voluntario, en la medida que promueve bienestar a nosotros mismos, se convierte en un excelente recurso para contrarrestar las emociones negativas vinculadas con el proceso de adaptación.
En lo personal, trabajar como voluntaria en un hospital de niños resultó ser clave para sentirme mejor, recuperar la confianza en mí misma y mostrarle a mis hijos, en una experiencia concreta, que es posible ser feliz cuando ayudamos a otras personas que se encuentran en una situación de vulnerabilidad. Saber que cada semana había un bebé esperándome para arrullarlo o un niño para que lo acompañara a ver televisión, le dio cierto orden a mis emociones, que estaban completamente convulsionadas durante los primeros meses. Vivir la experiencia de acompañar a un bebé de meses mientras le colocaban un tratamiento, que me buscara con la mirada y sólo dejara de llorar cuando lo toqué y le hablé, habiendo estado con él tan sólo un par de horas meciéndolo y cantándole, es una vivencia que no pudo sino generar felicidad y que me hizo sentir la persona más importante en todo ese majestuoso hospital.
Sin importar cuál sea la actividad que elijamos, el trabajo voluntario definitivamente favorece la integración, no sólo porque permite conocer a las persones y su manera de pensar, sino que también es un espacio para retribuir de alguna forma al país que nos da acogida.
Si bien es cierto que dentro de las principales tareas a realizar cuando llegamos a vivir a otro país están conseguir un trabajo, continuar nuestro desarrollo profesional y, en ocasiones, aprender el idioma, bien vale la pena incorporar a esta fórmula la participación en actividades de voluntariado, al menos una vez a la semana, que nos ayuden a sentir bienestar y cree espacios reconfortantes durante nuestro proceso de adaptación.
Por supuesto, es muy importante que esa actividad este íntimamente ligada a nuestros intereses y que no esperemos que el idioma o la comprensión de la cultura estén completamente instaurados para participar de manera recurrente, ya que es justo durante la consolidación del idioma (si es el caso) o del periodo de adaptación inicial, cuando más necesitamos encontrar actividades que nos refuercen y nos hagan sentir valiosos.