Para cualquier mamá o papá resulta casi evidente que es bueno darle afecto a su bebé. Sin embargo, en ocasiones, cargarlo en brazos y estar disponible cada vez que llora puede ser vivido por muchos con miedo a criar niños dependientes, temerosos y con dificultad para adaptarse a la guarderia o al colegio cuando llegue el momento. Cuando un bebé logra calmarse en los brazos de su mamá (papá o cuidador) es definitivamente un buen signo de apego, que será la base para el desarrollo de relaciones interpersonales sanas y duraderas.
Si bien hay autores que mencionan que es posible dejar llorar a los bebes, hay cada vez más evidencia científica que destaca el efecto nocivo sobre el desarrollo cerebral que tiene, por ejemplo, dejar llorar a los bebes para que se queden dormidos.
Durante los primeros meses de vida, los bebés tienen una fragilidad emocional que requiere de toda nuestra atención y apoyo y la mejor manera de favorecer un apego seguro y evitar un « quiebre emocional », es, no solamente tomar en brazos a nuestro bebé cada vez que llore, sino hacerlo sin temor y con la absoluta convicción que estamos atendiendo una necesidad vital para su desarrollo emocional.
Durante los tres primeros meses de vida es recomendable cargar al bebé la mayor parte del tiempo posible, incluso como un método para promover la lactancia y favorecer la ganancia de peso. De esta manera, no sólo disminuimos el llanto de nuestro bebé sino que además contribuiremos con su desarrollo neuronal.
A medida que el niño crece y va adquiriendo mayores destrezas motoras, comienza a desplazarse y aumenta su interés por el mundo que le rodea. Gatear y comenzar a caminar le permite experimentar por primera vez la independencia. Estas primeras experiencias tendrán un impacto positivo en el desarrollo de su autonomía y seguridad en sí mismo si cada vez que se cae o simplemente se asusta y quiere volver con su madre, o cuidador, encuentra un adulto amoroso, tranquilo y capaz de entender que alejarse y volver es parte de su proceso de aprendizaje e integración del mundo.
A partir de los 2 años, los niños son capaces de tener mayores espacios para demostrar su autonomía, corren en el parque, quieren comer solos y algunos ya han comenzado la guardería. Sin embargo, es fundamental que los padres no se angustien frente a la separación ni se desesperen porque no quieren jugar solos, no saludan o lloran intensamente cuando los dejan con la abuela. Es importante acompañar a nuestro bebé y permitir que la separación sea progresiva, calmada y entendiendo que cada niño es diferente y que mientras más seguro se sienta de volver a nuestros brazos más fácil será posteriormente separarse de nosotros.